martes, 2 de noviembre de 2010

Repeticions

Avui he decidit no fer res del que faig cada matí. Em llevo i el dia sembla submergit en una ampolla de llet. La boira ocupa cada racó del paisatge que tinc a l'amplada de la meva visió. Segons es miri, sembla que hauria de ser un matí fosc i trist, però no és així. La llum que penetra dins la boira et fa tancar els ulls, cada gra de llum se’t fica per la retina i et produeix una sensació cruixent i alhora extravagant. Tanco els vels de davant dels meus ulls en un intent d’esmicolar-la.

Un cop encadallada amb l'entorn, ja puc donar el següent pas. Vestir-me? No, avui no. M'embolico en la roba més preuada, la meva bata japonesa, no és una roba i prou, és feta amb amor i filada amb entusiasme.

El proper pas podria ser essencial per la meva supervivència però seria embrancar-me en un seguit de justificacions filosòfiques que ompliria de lletres el paper que ara mateix tinc entre mans. He d’alimentar el meu cos, no es tracta només d’omplir l'esperit, la carn també te les seves necessitats.

Preparo el te com cada dia, aquest es transforma en alguna cosa més: el te és romàntic, és calent i les gotes de llet tenen la mateixa llum d'aquest matí.

Podria prendre un suc extret d'un fruit del paradís, que és a tocar de la meva mà, el jardí de la meva il·lusió. No és aquesta la situació, obro la nevera, agafo l'ampolla i omplo el got. Tanco la nevera i la torno a obrir, he oblidat agafar un tall de pernil per decorar el pa torrat.

De sobte me n’adono que ha desaparegut tot l'encís del matí, ja la llum ha canviat. De fet no sé si ha estat la llum, jo o els meus pensaments que han fet un tomb girant la pàgina per descobrir que estic repetint el que faig gairebé cada matí.

lunes, 1 de marzo de 2010

Sueños

Todos tenemos sueños, esperanzas, anhelos, deseos. A veces los mostramos en todo momento, y otras permanecen escondidos en ese baúl de los recuerdos, oculto dentro nuestro invisible para el resto del mundo, hay grandes y pequeños sueños, unos son más complicados, otros menos, unos más asequibles, otros no tanto, pero en el fondo para cada persona, su sueño, es ante todo “importante”.

Estas aspiraciones, pueden o no tomar forma, tal como las imaginamos, con pequeñas o grandes diferencias, a veces todo depende de nuestro empeño, del esfuerzo, de la suerte, o de la ayuda externa, pero si lo pensamos, nuestro empeño es nuestra fuerza de voluntad, aquella que nos empuja día a día a despertarnos con la ilusión de dar un pasito más hacia ese momento especial, ese lugar ambicionado, esa circunstancia extraordinaria.

Y esa nuestra fuerza de voluntad es aquella que nos debe guiar, para depender menos de la suerte, y para buscar la ayuda externa porque esta vida es un puzzle, y cada pieza tiene una unión predefinida con otra, y no debemos dejar pasar las oportunidades, debemos reconocerlas, e ir encajando piezas, las cuales irán formando nuestro puzzle, porque esto no depende tan solo de un momento, es una sucesión de acontecimientos, de levantarnos cada vez que caigamos, de sonreír cada mañana por muy mal que nos fuera el día anterior, de ir paso a paso disfrutando el camino teniendo claro el destino. Disfrutando este camino aunque pueda parecer incongruente, porque cuando lo hayamos conseguido, recordaremos los momentos actuales y nos emocionarán, por eso mismo, aunque desfallezcamos, aunque caigamos en el foso de la desesperanza, incluso sintamos tristeza, debemos tener en el pensamiento una frase que decía “La tristeza tan solo es un muro entre dos jardines“ disfrutemos nuestro jardín actual, que cuando rebasemos el muro, y nos encontremos con ese jardín que pasará de ser un posible futuro a un real presente, nos daremos cuenta que este presente no se repite, podemos imaginar el futuro, pero tan solo podemos disfrutar el momento actual.

Disfrutemos el ahora, y si no tenemos grandes sueños, tengamos pequeños sueños, cumplámoslos, porque… ¿Que seria esta vida sin una ilusión para mañana…?

Mi sueño… ya os lo contare algún día… jaja

martes, 16 de febrero de 2010

Ya solo me falta Casarme

Arraigado en nuestros primeros pasos, y nuestros primeros juegos, está esa educación de padres y resto de familiares, que a fuego nos marcaron una serie de normas morales, las cuales arrastramos y muchas de ellas son motivo de la mayoría de frustraciones, y hasta me atrevería a decir de muchas depresiones, al ver que no hemos conseguido, lo que se esperaba de nosotros, que no tenemos lo que sería normal a nuestra edad.

Para ser un hombre de bien, hay que buscar un empleo y trabajar duro, da igual el contrato que tengamos, ya sea precario o abusivo, nosotros debemos ser un ejemplo de trabajador incansable, ahorrar para formar una familia, tener hijos, y criarlos.

Lo suponemos todo como algo de película, debe hacernos feliz ese trabajo, que muchas veces resulta que solo acudimos a diario, para tener una nómina a fin de mes, y si nos portamos bien, no es por otro motivo que simplemente para ir renovando el contrato.

Todo se complica si el trabajo nos satisface o por el contrario nos desagrada, en el primer caso descuidaremos la familia, y en el segundo, esperaremos que nuestros vástagos, y nuestra pareja nos den la felicidad anhelada.

Si nos satisface, seremos alguien y nos sentiremos útiles, valorados o alguna especie de mezcla de lo anterior, sin embargo llegaremos a casa, a un hogar que no podemos cuidar lo suficiente por la dedicación diaria, y sentiremos que no hemos alcanzado esa vida tan bonita que esperábamos tener.

En el caso contrario, será madrugar para estar deseando la hora de salir, para llegar a una casa, la cual nos puede dar alegrías pero también penas, o estamos de alquiler, con lo cual todo el mundo nos recordará como tiramos ese dinero al no ser propietarios de nuestra vivienda, pero si la hemos comprado, estaremos bastantes años ahogados por una hipoteca que a duras penas podemos pagar, y si lo hacemos es a base de privarnos de todo lo prescindible.

Si hemos sido bendecidos con descendencia, añadamos los problemas de buscar colegio, de comprar libros y lo que no son libros, de llevar por el camino recto a esos enanos dueños de la razón, que no comprenden como deben hacer lo que no quieren, listos son cuando hacen lo que no deben con tal de disfrutar, de divertirse. Pero ahí estaremos nosotros para llevarles por el buen camino, ese que nos ha llenado de frustraciones, pues sin saberlo desde pequeños les inculcaremos nuestros “valores”, nuestros “principios”, que no son más que las leyes que hacen que funcione esta sociedad de almas arrastradas siguiendo a las demás, en un deambular continuo, diario, repetitivo, por la mañana trabajar, sufriendo caravanas si usamos el coche, o apretujones y malas olores los que se decantan por el transporte público, unos y otros tienen que desplazarse, para luego regresar por supuesto pasando por los mismos problemas, repitiendo todo eso por costumbre, los días, las semanas y los meses.

Tenemos un concepto del trabajo que leíamos en los cuentos, donde todo el mundo hace lo que le gusta, o le gusta lo que hace, y así sigue nuestra vida viéndolo en películas, pero la verdad es que el trabajo perfecto escasea y es como buscar una trufa en el bosque sin la ayuda de un perro amaestrado a tal efecto.

Durante nuestra adolescencia buscaremos nuestra media naranja, buscaremos la persona perfecta, y no la encontraremos, dicen y no se equivocan que la mitad de matrimonios, terminan en divorcio. Y eso después de pasar por no se cuantas relaciones infructuosas o incluso destructivas, todo por buscar las mil cualidades que se supone que deseamos en nuestra pareja perfecta.

Nos pasamos media vida buscando la felicidad, con cada intento de emancipación, búsqueda de trabajo, o esa pareja que pensamos colmará nuestras expectativas, buscamos una vida y nos damos cuenta que para pagarla debemos prescindir de mucho, nos hacemos los duros, y nos lanzamos al vacío, encontramos un trabajo, después otro, y por muy seguros que nos creamos sabemos dentro nuestro que la seguridad no existe, y siempre nos pueden dar la patada en nuestras posaderas, y si todo es difícil, la pareja requeriría un capítulo entero. Una relación tras otra, seguimos intentándolo, poniendo menos o más por nuestra parte, deseando que funcione, disfrutando unos primeros meses de auténtica felicidad, hasta que abrimos los ojos, y nos damos cuenta que de nuevo nos hemos vuelto a equivocar, contamos los años no por celebrarlos, sino porque van pasando sin conseguir, lo que nuestros progenitores esperaban de nosotros, todo aquello que nos inculcaron de pequeños, vemos pasar los años de trabajo en trabajo, o en paro, pensando…

Ya solo me falta casarme!!!